Genotipo y Fenotipo: Las Dos Caras de tu Moneda

Seguro que conoces a alguna pareja de gemelos. ¿Sabías que los gemelos son las únicas personas del planeta que tienen exactamente la misma secuencia de ADN en sus genomas? Son lo que se conoce como clones, es decir, tienen la misma información genética. Siendo así, los gemelos deberían ser completamente iguales en apariencia. Sin embargo, seguro que has podido observar que esto no es así, o no del todo, siempre hay pequeñas diferencias físicas que permiten distinguir a un gemelo del otro. Esto tiene una explicación biológica, y es que los seres vivos somos algo más de lo que dicta nuestra dotación genética, o genotipo.

El conjunto de características observables de un individuo, teniendo en cuenta su morfología, su fisiología y su comportamiento, recibe el nombre de fenotipo. Este fenotipo está principalmente marcado por el genotipo, para nosotros y todas los seres vivos. Así, un león es diferente de un elefante simplemente porque existen diferencias en el ADN de sus respectivos genomas. De la misma manera, dentro de la especie humana, sutiles variaciones en un pequeño porcentaje de nuestro genoma hacen que cada uno de nosotros seamos diferentes y nos distingamos unos de otros. Por eso unos somos más altos que otros, tenemos los ojos de diferentes colores, presentamos rasgos faciales particulares y tenemos complexiones físicas diferentes (consulta el artículo ¿Por qué un análisis genómico?).

¿Qué ocurre entonces con los gemelos? ¿Por qué tienen esas pequeñas diferencias físicas si cuentan con exactamente el mismo genotipo? Esto es debido a que el fenotipo no está definido exclusivamente por el genotipo, sino que es el producto de la interacción entre el genotipo y el ambiente. Este “ambiente” incluye todo aquello que nos rodea, los agentes externos a los que estamos sometidos en nuestro día a día y, por supuesto, nuestro estilo de vida. ¿De qué manera es esto capaz de alterar cómo nuestro genotipo determina nuestro fenotipo? Las células que componen nuestro organismo están en constante comunicación con su entorno, recibiendo de manera continua señales externas que influyen en su comportamiento.

Un ejemplo muy sencillo e ilustrativo de cómo el entorno o los hábitos condicionan el fenotipo es el del color de los flamencos. Si bien todos los flamencos están determinados genéticamente a ser del mismo color, el contenido en carotenoides de su dieta modifica el comportamiento de sus células de tal manera que adoptan toda una gama de colores desde rosa hasta naranja. De la misma manera, en humanos la dieta tiene también un papel esencial en la determinación del funcionamiento de nuestras células y, por ende, de nuestro cuerpo. Así, dos gemelos sometidos a dietas diferentes durante el tiempo suficiente terminarán desarrollando rasgos corporales diferentes.

Como salta a la vista, aunque ilustrativos, estos ejemplos representan solo casos triviales. En el complejo entorno en que vivimos, nuestras células están sometidas a multitud de estímulos, beneficiosos y perniciosos, que van más allá de la dieta y que condicionan en gran medida cómo nuestro genotipo determina nuestro fenotipo. Por este motivo, si queremos cuidar nuestro bienestar de manera eficaz necesitamos conocer la dotación genómica de nuestro cuerpo, por supuesto, pero también es muy importante cuidar nuestro estilo de vida y sobre todo adaptarlo a nuestras necesidades específicas. Continúa leyendo en ¿Por qué un análisis genómico?